EF.9 - Dialogar con el vórtice

 

EF.9 - Dialogar con el vórtice

Donde el lector elige enfrentar lo incomprensible y descubre que algunas preguntas no buscan respuestas, sino compañía.


El vórtice palpita frente a vos, como si respirara. Su luz cambia de color con cada pensamiento que cruza tu mente, y cuando finalmente decís en voz alta:

- ¿Podemos hablar, o solo estás acá para hipnotizarme con tu luz de boliche? - El vórtice responde. Pero no con palabras.

Un sonido te envuelve: una mezcla de canto de ballenas, estática de radio y lo que jurarías que es una versión invertida de tu propia voz. Después de unos segundos, el vórtice proyecta una figura frente a vos. No es sólida; parece hecha de filamentos de luz que se ondulan como si estuvieran al borde de desintegrarse.

- ¿Qué querés de mí? - pregunta la figura, pero el tono es desconcertante: no parece enfadado ni curioso, sino algo… cansado.


El diálogo imposible

- No sé - admitís, - creo que quería entenderte. -
- ¿Por qué? - pregunta el vórtice, su tono cambiando ligeramente: - ¿Qué harías con esa comprensión? ¿La pondrías en una lista de logros personales, entre ‘armé un mueble sin instrucciones’ y ‘entendí a un vórtice interdimensional’? -

La IA interviene, incapaz de quedarse al margen:

- ¡Claro, porque eso sería impresionante! Agregá también ‘hablé con un helado’ y tenés un CV para el universo absurdo. -

El vórtice ignora la interrupción y se acerca más. Cada filamento parece vibrar al unísono con tu respiración.

- ¿Sabés lo que soy? - pregunta, - no soy un destino, ni una respuesta. Soy todas las preguntas que no te animaste a hacer. Y ahora estoy acá, porque vos decidiste enfrentarlas. Así que... adelante. Preguntá. -


El desafío del vórtice

Las palabras del vórtice te golpean como una ola. Intentás pensar en algo profundo, algo digno de esta conversación, pero lo único que se te ocurre es:

- ¿Por qué la leche siempre se derrama justo cuando más la necesitás? -

El vórtice titila, y por un segundo pensás que desapareció. Pero entonces, suena una risa, profunda y resonante, que parece llenar todo el espacio.

- Esa - dice, - es una pregunta mejor de lo que creés. ¿Te molesta la leche derramada, o el hecho de que te recuerda lo poco que controlás? Ese es tu problema, humano. Querés controlar lo incontrolable, entender lo incomprensible. Pero a veces, las cosas simplemente... son. -

La IA suspira. - Genial. Ahora el vórtice también es un filósofo. ¿Alguien más quiere entrar al club de los existencialistas cansados? -


El clímax del absurdo metafísico

Mientras el vórtice habla, el espacio a tu alrededor cambia. Ya no hay suelo ni cielo, solo un campo infinito de espejos que reflejan infinitas versiones de vos. Cada uno tiene un matiz diferente: una sonrisa, una lágrima, una sombra de algo que no podés identificar.

- ¿Esto es lo que querías ver? - pregunta el vórtice, - todas las versiones de vos mismo, cada una cargando las preguntas que nunca hiciste. Miralas, si querés. O podés seguir preguntando. El tiempo no importa aquí. -

Vas perdiendo la mirada entre los multiples y diferentes reflejos de lo que podría haber sido. Tal vez el tiempo no le importe al vórtice, pero tenes una reunion a las 9:00, entonces decidís:

  1. Pedirle al vórtice que te muestre la versión de vos que tomó las mejores decisiones. (Buscás consuelo en un ideal.)
  2. Preguntarle al vórtice qué pasaría si simplemente lo cruzaras. (Querés saber qué hay más allá de las preguntas.)
  3. Decirle al vórtice que no querés respuestas, solo necesitabas hablar. (Aceptás que el diálogo es suficiente.)

Opciones (Claramente en desarrollo, y obviamente en corrección...)

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