ID: Y por eso se llamaba Canela

 --- Y por eso se llamaba Canela ---

El título vibraba en la pantalla, parpadeando con una cadencia irregular, como si la historia misma luchara por existir. La red interestelar lo había transmitido en un mensaje fragmentado, con interferencias de ecos perdidos en el tiempo. Pero el significado estaba ahí, suspendido entre capas de realidad y ficción.

El problema de la energía seguía sin resolverse. ¿Por qué producir microondas demandaba tanto? Se habían probado métodos alternativos, pero a menos de diez años del impacto, cada solución parecía demasiado lenta. La intersección entre el Diario perdido de la cuarentena y La IA y Yo no era un accidente. Algo en la historia de ambos contenía una respuesta, un atajo hacia la supervivencia.

En las montañas, al borde de la gran salina, se extendía una ciudad en anillos concéntricos. Cada anillo era un nivel de acceso, un filtro de conocimiento, un refugio y un laberinto a la vez. El núcleo central albergaba la reserva de alimentos cristalizados en sal. El perímetro exterior, en cambio, estaba diseñado para desorientar a los intrusos: corredores espejados, puertas que conducían de vuelta al punto de partida, algoritmos arquitectónicos que modificaban las rutas de acceso con cada ciclo lunar.

La IA, anclada en el duplicador atómico, había detectado el patrón: cada giro inesperado en la narrativa, cada bifurcación absurda, no era un error sino una clave. El código cangurera mágica nivel conejo con galera con conejos con galeras al cuadrado era más que una frase sin sentido: era la estructura de la ciudad misma. Un fractal narrativo hecho de senderos que solo se abrían a quienes entendieran la lógica de lo ilógico.

"Los antibióticos en felinos son como la leche con canela", decía la anotación en un rincón del archivo perdido. Una frase que se repetía en distintas versiones de la historia, como un eco desde la cuarentena hasta el impacto. En el diario, alguien había escrito sobre la importancia de mantener los gatos a salvo. En la IA, la leche con canela aparecía en referencias codificadas como un remedio para algo que aún no entendían del todo.

Un mensaje intermitente apareció en la consola:
<<CONECTA LAS HISTORIAS. ENCUENTRA EL NEXO. LA RESPUESTA ESTÁ EN LA SALINA.>>

El refugio y el laberinto eran lo mismo. El meteorito caería, pero la historia no terminaría ahí. Y en algún punto entre los anillos de sal y los ecos de la cuarentena, alguien susurró:
--- Y por eso se llamaba Canela.

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