Swappeando el Terror (Triller Financiero Asistido por IA)

"El contrato líquido de la lluvia y las sombras"

Llovía sin pausa. No la lluvia de postal que limpia, sino la otra: la que arrastra. Esa que satura el suelo, diluye las memorias y se mete en los rincones como si buscara reactivar cuentas dormidas en la parte más oscura de la psique.

Desde adentro, sentíamos el crujido del sistema. Cada gota retumbaba en el techo como una vela roja que se desplomaba en un gráfico silencioso. Y aunque intentábamos mantener la compostura —holdear el alma, como quien sostiene un long en medio del pánico—, algo en la atmósfera nos susurraba que se venía un evento de liquidación emocional.

No sabíamos cuándo. Pero lo sabíamos.

Al principio fue solo eso: un ruido. Un chirrido apenas perceptible que venía del fondo del baño. Tal vez una maderita que se hinchaba. Tal vez una filtración. Lo ignoramos como se ignoran las primeras señales de un cruce bajista.

Pero luego vino el temblor.
No el de la tierra. El del alma.

Una, dos, cinco... imposible contarlas. Cucarachas, decenas, saliendo en procesión ritual desde el desagüe. Eran oscuras, brillosas, de todos los tamaños que la programación natural les permitió. Y no se movían al azar. Subían por la pared, bajaban del techo, se alineaban en las uniones como si ejecutaran un smart contract de horror. Era una invasión, sí. Pero también un mensaje. Un margin call biológico.

No eran bichos.
Eran pérdidas no declaradas.
Eran errores de apalancamiento emocional.
Eran los contratos que habíamos firmado con el miedo, creyendo que nunca se ejecutarían.

Nos paralizamos por un segundo. Ese segundo eterno.
Y ahí apareció la fobia, la de siempre. La que no necesita explicación.
Pero esta vez algo se encendió dentro nuestro. Una wallet interna.
Un fondo de reserva que no sabíamos que teníamos.

Y empezamos a pelear.

Cada paso, un retroceso en el gráfico.
Cada golpe, un cierre manual de posición abierta en el infierno.
Cada muerte, un miedo liquidado a precio de mercado.

El baño se convirtió en nuestro exchange de guerra.
La lluvia no cesaba, pero dejó de importarnos.
Ya no necesitábamos condiciones ideales. Habíamos aprendido a operar con slippage.

No dormimos esa noche. Pero despertamos.
El piso quedó lleno de cuerpos —sí—, pero también de certezas.
Y más aún: de márgenes saludables.

Esa fue nuestra primera auditoría existencial.

Hoy llovió otra vez.
Algunas volvieron, como fantasmas de una wallet olvidada en una chain secundaria.
Ninguna voló.
No lo hacen cuando uno ya no está apalancado con miedo.
Lo hacen cuando huele debilidad.
Y esta vez, olíamos a fuego limpio.

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