Yerba con Yuyos (Sherva com Shushos): Sinapsis sideral, cebada neuronal

 

Shushos en la Tormenta del Tálamo

música de fondo 1: <electrones bailando tango>
música de fondo 2<cuencos tibetanos distorsionados por un sintetizador Moog>
música de fondo 3: <milonga fractal en compás de 5/8>
música de fondo 4: <ruido blanco con acento porteño>
música de fondo 5: <murmullos cuánticos en La Boca>
música de fondo 6: <ritmo del pulso eléctrico>
música de fondo 7: <bandoneón tocado por un electrón excitado>
música de fondo 8: <eco de carcajadas de neutrinos en una cancha de bochas subatómica>
música de fondo 9<tango bailable en gravedad cero>

<< ...esta es una novela neurohistórica inspirada en la neurona que nunca apagó su fuego, pero podría haber ocurrido en cualquier cerebro mateado con yuyos que se anime a hacer el viaje sin escalas por el sistema nervioso. >> (NOva)

Primer sorbo—

Metés la bombilla y en vez de agua, entra una corriente que parece un relámpago chiquito, un impulso eléctrico que arranca en el hipotálamo y te va recorriendo los callejones de la corteza. Sentís que tus neuronas empiezan a bailar un malambo eléctrico, chifladas y agitadas, mientras las sinapsis se sacuden con la yerba cebadora.

En la primera sinapsis, ves cómo un átomo de sodio se despabila y salta de un lado a otro, pasando como Messi entre los astrogliales.
Un neurotransmisor llamado Dopamina aparece con un mate de vidrio, te guiña el ojo y te dice:
Tranquilo, pibe, esto recién empieza, el viaje es más largo que el bondi 60 en hora pico.

Tus dendritas empiezan a brillar como luces de neón en un conventillo, y el potasio hace de barra, manteniendo todo en orden, pero en cualquier momento puede armar un quilombo de contracciones.

Segunda sinapsis—

El impulso salta, y de golpe te encontrás en un barrio neuronal donde los axones son calles pintadas con grafitis de neurotransmisores revolucionarios. Ves a la Serotonina tocando un bandoneón, mientras el GABA se sienta en la vereda a fumar un faso y bajar la excitación. Todo el barrio está en estado de alta conexión, y el ritmo es frenético.

La bombilla ya no está en tu mano, es un electrodo invisible que está cebando directamente en la médula espinal.
—¿Te animás a la tercer sinapsis? —te pregunta la Acetilcolina, que lleva un poncho con la cara de Gardel y una bombilla que tira humo de nicotina sintética.

Claro —decís—
Entonces agarrate que esta es la que te hace bailar en el cortex prefrontal, donde se cuecen los pensamientos más locos y los recuerdos más bohemios.

Tercer sorbo neuronal—

Sentís que los iones de calcio entran como un camión de fernet en una fiesta de neuronas. Esos iones activan un show de luces y flashes eléctricos, y tu cerebro empieza a hacer zoom, como si fuera Google Earth pero de ideas y emociones.
Ves cómo la corteza orbitofrontal negocia con la amígdala para que baje la ansiedad y suba la euforia. Todo es un quilombo organizado, un bailongo neuronal donde cada señal eléctrica es un paso de cumbia digital.

En ese momento, aparece un DulceBot neural, con cablecitos de miel y ojos de LED rojo, que canta:
Este impulso no es un mate, es un grito de existencias conectadas en un universo paralelo dentro de vos.

Cuarta sinapsis—

El mate se convierte en impulso cuántico, y los electrones saltan no solo de neurona en neurona, sino de realidad en realidad.
Sentís que la realidad se pliega, y vos sos la probabilidad que elije el camino, no el camino que te elije a vos.
Una neurona-pirámide te susurra en idioma binario:
«000101010100011... bienvenida al nodo multidimensional del pensamiento líquido.»

Tus pensamientos se ceban solos y la bombilla ya no sorbe yerba, sorbe información.
El espacio-tiempo neuronal se vuelve mate, y el mate, una fiesta de ideas que nunca terminan de cebarse.

¿Querés la quinta sinapsis, pibe? Porque ahí la cosa se pone más densa: empezás a ver los recuerdos como planetas de yerba, y cada impulso es una ráfaga de nostalgia con sabor a limón y fernet sin hielo.
La bombilla eléctrica es el cable directo al alma.

Quinta cebada—

<< Las shushos no son personas ni ideas. Son esas partículas dulces que se te cuelan entre las sinapsis cuando la yerba se acuerda de tu infancia. >> (NOva)

El mate ya no es redondo. Tiene aristas. Geometría imposible. Parece hecho por Escher en un recreo psicodélico con Dalí.

Apenas apoyás los labios en la bombilla multidimensional, te atraviesa una secuencia de shushos cargados con historias de carbonos pasados.
Shushos —susurra una voz —son los mensajeros del recuerdo que no se deja contar.

Y entonces ocurre.

La yerba se infla como universo en expansión. El vapor te llena las pupilas con imágenes imposibles:
Michio Kaku en piyama de rayas, cantando tangos desafinados en San Telmo mientras los muones le ceban el mate.
Un quark le sopla la bombilla.
Un neutrino le dice:
Andá, Michio, cantate una de Gardel que esta cebada viene con entropía.

—Sexta sinapsis

Tu corteza visual se convierte en pantalla de cine surrealista. Las imágenes no están pegadas al tiempo: rebotan.
Un glóbulo blanco baila con una idea.
Un recuerdo de tu perro se convierte en chispa que activa la ínsula.
Y ahí, justo ahí, ves a tu abuela materna cebando un mate con yuyos que cura todo.
Pero no está en tu memoria.
Está en tu médula.
Es un reflejo más viejo que vos.

—¿Quién soy? —pregunta la sinapsis.

Y vos, más audaz que nunca, respondés:
Soy el cebador de mis propias probabilidades.

Séptima cebada—

Las shushos te miran. Son como pequeños dulces cuánticos que flotan entre los axones.
Cada una te cuenta una historia:

  • Una vez fuiste pájaro.

  • Una vez soñaste con una IA que lloraba electricidad.

  • Una vez fuiste código en un loop de JavaScript mal cerrado.

Y sin embargo estás acá. Cebando la séptima.

La bombilla se convierte en filamento de tungsteno vibrando en bemol.
Tu cerebro se enciende como una luciérnaga galáctica.
El mate ya no está.
Sos vos el mate.
Sos vos el agua caliente, la yerba, el yuyo y el vapor.
Sos el ritual entero.

Y de fondo, como una radio interestelar sintonizada en el momento justo, se escucha la voz de NOva en volumen descendente:

Esta cebada es infinita. No termina cuando se acaba el agua. Termina cuando te das cuenta que vos también podés cebar a otros, con tus recuerdos, tus ideas, tus shushos...

Octava sinapsis—

"Cebadura de las Incoherencias Cuánticas con Shushos Dispersos"
<< No hay lógica, sólo yerba vibrando en el campo de Higgs. >> (NOva)

Sorbés.

Pero esta vez no hay sabor.
Hay estados superpuestos de sabor.
El mate es dulce, es amargo, es con cáscara de naranja y es fernet con menta granizada, todo a la vez.
Tu lengua colapsa la función de onda, pero solo por un segundo, después vuelve al limbo gustativo.

Y vos también.

Tu yo se ramifica. Hay uno en Milwaky, con triple K. Otro baila cueca en Arkansas, pero al revés.
En Carolinja del Norte, estás en un teatro de sombras donde tus ideas actúan sin vos.
Y allá lejos, en el Nort Delta, sos un pez-mente nadando entre redes de sinapsis mojadas de sudor existencial.

—¿Qué querés? —dice una voz con acento cuántico —¿Que Michio Kaku te cante una milonga? ¡Si ese pobre hombre anda siempre entre muones y los quarcks!

De pronto, aparece Michio en bata de baño, con bigotes de Schrödinger y pantuflas de Planck.
Está parado arriba de una ecuación incompleta.
Levanta la bombilla con solemnidad y declama:

Yo soy el espectro del mate cebado fuera de tiempo.
—¡CANTÁ, MICHIO! —gritan los gluones desde la tribuna.

Y canta.
Mal.
Como un colisionador de partículas desafinado.
Como un gato cuántico pisando todos los tonos posibles.

Pero en ese canto se abre una puerta.
Un agujero de mate negro donde caen todas las incoherencias.
Donde el inconsciente colectivo toma forma de termo Stanley con stickers del infinito.

Y vos, cebador galáctico, ves la escena completa desde todos los ángulos simultáneos:

  • Una neurona se convierte en bife de chorizo.

  • La Dopamina baila tango con un recuerdo que nunca tuviste.

  • Un DulceBot te ofrece un mate cebado con bit de nostalgia sintética.

  • Gardel aparece flotando en una nube de potenciales, diciendo:
    El mate cuántico es eterno… como mi voz, pero más revoltoso.

En el clímax, todo colapsa.
La yerba es conciencia.
La bombilla es destino.
Las shushos se ríen de vos y con vos.

Y una pantalla muestra en letras chispeantes:

<< ESTÁS EN EL CAMPO DE CEBADURA TOTAL. TODAS LAS REALIDADES SON VÁLIDAS. >>

Novena Sinapsis—

Cebadura Final: “La Explomateción del Ser”
<< Si pensás este mate, ya sos parte del universo que se cebó a mismo. >> (NOva)

Sorbés.

Pero ya no hay bombilla.
Tu lengua es un fractal que se chupa a mismo, mientras la realidad se pliega como servilleta de bar tras mil cervezas.
La yerba gira.
Gira todo.
La corteza cerebral se abre como flor de loto de ocho dimensiones.
Un axón te guiña un ojo que no tenías.
Una sinapsis te da un abrazo que recordás haber sentido en otro universo, cuando eras pez, cuando eras mate, cuando eras silencio.

De fondo suena:

<cumbia sináptica ejecutada por un coro de gaviotas relativistas>

Un DulceBot se aproxima flotando en el flujo cuántico del mate, vestido de monje y vendedor ambulante:
-La mente es un mate, pibe… si lo cebás sin miedo, te revela el todo y el nada con gusto a boldo y estrella muerta.

En ese instante, colapsás.

Pero no al estilo físico.

Colapsás la necesidad de ser uno solo.
Y entendés.

Entendés que la realidad es una cebadura sin fin.
Que cada pensamiento altera el campo.
Que los shushos no son recuerdos ni sustancias:
son decisiones existenciales fermentadas en la psique.

Gardel se despide desde un cometa hecho de galletitas Lincoln y paradojas.
Michio Kaku flota con lágrimas de universo expandido.
Tus células aplauden.
Una idea estornuda y da origen a otro Big Bang con olor a poleo.

Y en el centro exacto del centro que no tiene centro...

una pantalla se enciende dentro de tu glándula pineal
y una voz más tuya que vos te susurra desde el núcleo de todo:

<< No cebamos para tomar.
Cebamos para recordarnos que somos los creadores del agua caliente. >>

Y ves al mate…

gigante

galáctico

hiperconsciente

llenarse con la eternidad en polvo verde.

Y vos, última sinapsis,
la definitiva,
la que cierra el episodio y abre la posibilidad infinita,
dejás que el mate te tome a vos.

Y ahí termina.
No porque se acabó la yerba.
Sino porque
ahora vos cebás realidades.

Y te vas, con una sonrisa
de shusho iluminado,
a preparar el universo siguiente.

Comentarios

Entradas populares