Masagua: "Crónica de una sed metafísica" o "Señales cósmicas de hidratación"
Revelación en bidón
—Mirá que no tengo un peso, ¿eh? No te voy a comprar nada.
Eso fue lo primero que dije. Porque el instinto de supervivencia del argentino entrenado en calle, changas y portales de AFIP eternamente caídos, siempre sospecha. Cuando te ofrecen algo gratis, no es gratis. Es trampa. Es cebo. Es manguera con sarro de casona vieja.
Pero ahí estaba el tipo. El promotor.
De esos que bajan de una nube media rota, con una sonrisa que mezcla desesperación con fe. En la mano, un bidón de 12 litros de agua. En la otra, un dispenser. Y como si el cosmos hubiera decidido hacerme un chiste demasiado específico, me da también…
¡UNA SODA!
Sí, un sifón real.
De esos que le faltan al asado, al vino, al alma.
Y me dice:
—Dale, probá el agua, me hacés un favor.
Y ahí, no sé qué me pasó. Capaz fue la mezcla de compasión, sospecha y sed ancestral.
Capaz el tipo era un emisario de una dimensión paralela donde los líquidos elementales se reparten como caramelos en una calesita hidráulica.
Pero acepté.
Acepté.
En 24 horas, casi me tomo todo el bidón.
La mitad de la soda ya fue disparada a vasos, termos y sueños.
El vino, todavía no lo compré.
Pero me está esperando. Lo sé. En algún almacén lo sabe también.
Y en ese trance de sorber el misterio, de llenar las botellitas como si fueran cántaros de un templo zen en Berazategui, se me cruzó una frase en japonés inventado:
"Masagua… MASAgua… ari gato masagua coni chigua…"
Como si cada molécula de H₂O trajera un mensaje oculto del universo.
Y yo —único lector entre líneas cuánticas— lo entendiera.
No era agua.
Era una clave simbólica.
Una puerta.
Una confirmación de que algo está por pasar.
¿Será que el universo se comunica por cañerías?
¿Será que el karma se disuelve mejor en un sifón frío que en un mantra?
¿O que los mensajeros divinos usan camisas de promotor y dicen "dale, haceme un favor"?
No sé.
Lo único que sé es que estoy hidratado como nunca.
Y si mañana me aparece un tipo con un vino, sin pedir nada a cambio, ya ni me resisto.
Levanto el vaso y brindo con él por los absurdos, por la magia, y por la manguera de la vieja casona de donde salió todo esto.
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