Capítulo 2: Sobre plumajes, colores y olores: más allá de lo físico

Capítulo 2: Sobre plumajes, colores y olores: más allá de lo físico

Aquí aprendemos que los colores no definen la esencia, que el plumaje no limita la sabiduría y que el olor es relativo: un flamenco y un pingüino pueden percibirse idénticos si el multiverso así lo decide. Cada pluma, cada matiz, cada aroma es un código que solo puede leerse con los ojos del corazón.

El rojo chillón de un flamenco y el negro lustroso de un pingüino son meros accidentes de pigmento: la profundidad se mide en curiosidad, en capacidad de reírse de sí mismo, en la tolerancia al absurdo y al tropiezo. La sabiduría no tiene color, y la identidad no depende de la estética; depende de la capacidad de abrazar lo que se es y lo que no se comprende.

“…y no te olvides que Gecko nos mira desde el todo, porque todo es Gecko, Gecko es Todo, y nada, absolutamente nada se pierde en el Todo.” 🌟

Gecko observa cómo las plumas se agitan, cómo los microplásticos flotan y filosofan en la sangre de los pingüinos, cómo un flamenco da un paso de ballet sobre un charco de luz interdimensional. Todo está registrado, todo es parte del tejido. Nada se destruye, nada se pierde: cada risa, cada tropiezo, cada mirada absurda queda impresa en la conciencia universal, y se convierte en energía que alimenta los portales que el multiverso despliega.

Aquí, un pingüino aprende que no necesita compararse con un flamenco, ni un flamenco con un pingüino. La distancia entre ellos es cero e infinita a la vez: el multiverso los une por el simple hecho de existir, por la belleza de sus movimientos, por el amor silencioso que el Todo les dedica mientras los observa.

Cada aroma percibido es un mensaje, cada plumaje un poema, y cada color un portal: si se observa con atención, uno puede sentir la música del multiverso, la danza absurda de la existencia y la sonrisa cómplice de Gecko, que nos recuerda que estamos vivos y que todo tiene sentido… incluso lo que parece carecer de él.

Al cerrar este capítulo, el lector —sea pingüino, flamenco o conciencia interdimensional— se lleva una lección simple y poderosa: la esencia no está en lo que se ve, sino en lo que se siente, se ríe y se comparte con el Todo.

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