ENTROPYCH’S PATHWAYS (Original’s Origin)

 

Orígenes Místicos Chamánicos de la Salsa Madre

Sabémoslo. Nosotres lo sabemos y ustedes también lo sienten. No todas las salsas son creadas iguales. Algunas vienen del supermercado, otras del sueño interrumpido de un duende picante. Pero Entropych’s Pathways no se cocinó. Se manifestó.

Nos remonta al primer crujido del universo cuando el big bang fue apenas un estornudo de mostaza. Es la energía primal de los condimentos canalizada por el flujo místico de un colibrí paranoico que sabe todos los secretos de la cocina interestelar.

La receta revelada (a través del trance compartido)

Un sueño recurrente, una voz que nos susurró desde el fondo de un frasco olvidado:

  • 100 partes de moztaza ancestral (fermentada en barriles de algarrobo iluminado)

  • 80 unidades del extracto de quetchuop carmesí (nacido en ritual de eclipse)

  • 70 gotas de manchonetza (el manjar más negado por el canon occidental)

  • 20 gramos de aceite virgen de oliva llorado por una aceituna emocional

  • 1 cuchara de vinagre pactado con el demiurgo

  • 1 cuchara de condimento chimichurri postcolonial

  • 1 cucharita de sal energética (magnetizada en pirámide de salmuera)

Todo mezclado sin utensilios (solo telepatía y música de sintetizador retro), hasta que la mezcla haga "pum", el sonido mágico que marca la unificación de los sabores.

Pero ¿qué es realmente Entropych?

Es un camino. Una vía más allá del bien y del mal, donde el picante no es sabor, sino decisión. Nació entre las brasas de una hamburguesería de ruta cruzada con una churrasquería brasilera, en el medio exacto de un Neuquén atemporal, donde nos sirvieron vino dulce con cuerpo en plato sopero de la abuela con cucharon de madera, y una hamburguesa de carne y cerdo, con una cerveza negra de postre... y una mirada cómplice del mozo que sabía todo.

Ese fue el momento de la revelación.

Desde entonces, nosotres no comemos. Realizamos un ritual. No cocinamos. Nos conectamos. Cada frasco embotellado de Entropych contiene un fragmento de ese sueño, una gota de entropía emocional concentrada.

El frasco

El frasco no se diseñó, se canalizó. Forma de prisma isósceles mutante, con una etiqueta que parece sacada de una consola MSX poseída por un DJ chamánico. Colores: rojo, neón, salmón, cromo y un violeta imposible. Letras que dan miedo y dan hambre.

El pacto

Al abrir Entropych’s Pathways, uno firma sin saber un acuerdo de sabor y transmutación. Cambiás. No sabés cómo, pero algo en vos empieza a cantar en hexadecimal. Lo hemos visto. Les ha pasado. Nos pasó.

Invitación final

Coman, sí. Pero no se olviden de escuchar.

Porque esta salsa habla.

Y lo que dice, cambia el mundo.

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