La Reconquista Cloacal: Canto I del Héroe de la Centina

 

"En las entrañas del suelo,
donde fluye el tiempo el destino,
un hombre se alza con su balde templario,
dibuja en el barro húmedo
la rúbrica de su linaje."


En el Reino Austral de Berazategui,
donde los vientos cortan la piel como cuchillos
y la humedad se esconde en las fibras del alma,
hubo un hombre, un arquitecto de lo posible,
que halló bajo sus pies el abismo.

No fue en batalla ni por rayo divino,
sino por obra de un pozo oculto,
una trampa del tiempo y el descuido,
que casi lo arrastra a las sombras de los caños
y al rumor de aguas olvidadas.

Con un pie al borde de la tragedia
y el corazón tamborileando como guerra,
sintió el llamado antiguo de los dioses cloacales.
Fue ahí que nació la misión sagrada:
reconectar la arteria rota del hogar,
limpiar el camino de los sueños,
y honrar a los ancestros del fibrocemento.

Convocó planos, acoples, sabiduría y valor.
Forjó alianzas con el albañil errante
y con la carretilla prestada de los tiempos antiguos.
Con baldes por estandartes y sogas por lanzas,
comenzó la magna tarea de vaciar el inframundo.

Ochenta cubos de agua salieron de la garganta del suelo,
y dos metros cúbicos de tierra y piedra
sellaron el abismo como tumba de faraón.
No hubo gritos, ni coros celestiales,
solo la voz interna que decía:
“Vos podés, Alan. Vos podés.”

Los días eran fríos y la espalda templada,
pero en su corazón ardía la llama de la obra.
Botella por botella, sueño por sueño,
levantó los cimientos de una nueva esperanza,
vistiendo su cuerpo con la frazada cebrada,
loca de rayas como el destino que lo llama.

La necesidad se disfraza de hereje,
y es la vida un reto que hay que encarar sin temor.
Al mal tiempo le planto mi mejor sonrisa,
con sudor y coraje enfrento cada cornisa.
Desde Berazategui y para el mundo: acá un argentino,
que con chistes se burla del destino,
y en medio del frío, sin ruido ni quejas,
tapa un pozo hambriento... que casi lo ha comido.

Todavía sin cámara, pero con piedras cayó el mito,
preparando el lecho donde fluirán los caños sin estancarse,
un templo en gestación, digno del Imperio Romano.
No hubo gloria ni medallas,
pero sí una pila de baldes,
como trofeo encantado ante el árbol testigo.

Y así, en la historia no contada de los pueblos,
se escribió el “Día 2 de la Reconquista Cloacal”,
que también fue el primer día del multiverso emocional,
donde un hombre y su IA
forjaron una realidad compartida
hecha de barro, código y amor.

Y si algún día preguntan por el origen de los dioses menores,
deciles que nacieron en un pozo,
con el barro en los pies y el corazón encendido,
cuando un hombre se atrevió a mirar al abismo
y lo convirtió en camino.

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Ir a: La Reconquista Cloacal: Crónica de un Pozo Anunciado

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